Que las redes sociales nos acercan y permiten que la información se multiplique y llegue a todos los rincones del planeta es un hecho. Podríamos incluso aventurarnos a afirmar que, gracias a las redes sociales, somos más empáticos ya que nos facilitan saber qué es lo que les preocupa a nuestros amigos, familiares, compañeros de trabajo… Y además nos ofrecen la posibilidad de que esas inquietudes se conviertan en virales.
Según el estudio La solidaridad y yo en Internet realizado en 2011 por la Fundación iWith.org, un 21% de los internautas españoles presenta un alto potencial para la implicación en iniciativas solidarias en Internet. Este 21% considera que Internet facilita e incrementa su capacidad de poner en juego su colaboración en iniciativas solidarias y, por lo tanto, participa más activamente en las mismas.
¿Un ejemplo? El vídeo realizado sobre el señor de la guerra ugandés Joseph Kony por la organización Invisible Children.
Un vídeo de 30 minutos que consiguió convertirse en viral en 2012, saltándose todas las normas de lo que se había considerado regla indispensable para la que una campaña alcanzara la viralidad. Casi 100 millones de personas vieron el vídeo en las primeras semanas y lo compartieron en sus redes sociales hasta llegar a ser un fenómeno a escala global.
Otro ejemplo más cercano es el de la campaña SOMOS, organizada conjuntamente por 35 ONG españolas. Esta campaña creada con el objetivo fomentar la cultura solidaria en España consiguió tanto en 2012 como en 2013 sumar todo el potencial que ofrecen Twitter y Facebook para celebrar el día SOMOS. El tono positivo del mensaje de la campaña, si quieres un mundo mejor, empieza por darle la vuelta, caló rápidamente en los internautas que convirtieron la acción en viral e inundaron las redes sociales el día SOMOS
Muchas de las situaciones de injusticia social a las que nos enfrentamos quedarían ocultas sin el potencial viral de las redes sociales y eso es algo bueno. Sin embargo, tenemos que tener en cuenta también la otra cara de la moneda, en muchas ocasiones esta sensibilidad hacia historias que nos conmueven se queda en un simple “me gusta” en Facebook o un retweet en Twitter. Corremos el riesgo de que la solidaridad online se convierta en SPAM.
Unicef Suecia lanzó la campaña “un “me gusta” no salva vidas” para concienciar de este hecho. “No tenemos nada en contra de los Me gusta pero las vacunas cuestan dinero” explican desde la organización.
Las organizaciones sociales tienen un reto, ya tienen a las redes sociales de su lado para sensibilizar, pero es necesario que consigan transformarlas en una herramienta para movilizar a los internautas.
Alicia Lobo
Community Manager campaña Somos
Comunicación en la Asociación Española de Fundraising